Había sido un día largo para ambos, sabían que no se verían por un tiempo y aguardaban entre mensajes unilaterales, gestos de amor y rejas que alguno descubriera como evitarlo.
Una sorpresa, un texto colmado de amor, el llamado, el viaje, el "bueno"….y el planteo de situaciones no tan felices tiñeron la noche.
Él reclamaba todo, ella decía que lo daba…ella sabia que era medida, por que en un par de ocasiones sintió que lo que daba no era recibido o era aceptado y luego juzgado …pero igual seguía firme intentando dar de la mejor manera, hasta anoche.
Anoche sintió algo que sólo pudo ver esta mañana, pudo redescubrir que las palabras son duras, anoche él (el titulado) la llamo loca. Ella está acostumbrada a este tipo de palabras, las escucho durante toda su vida provenientes de diferentes bocas pero nunca imaginó que él pudiera decírselas…estas loca! Sintió que nada ya podía rescatarla de esa condena…debe ser loca, no importa si lo es o no…ahora se lo dijo el hombre que sabe medir las palabras, que sabe aplicarlas, que sabe vestirlas…el que sabe.
Después de esto ya nada o todo importa, las formas se pierden ante los ojos de ella, las palabras se diluyen en miles de explicaciones, los sonidos se enmudecen, los sabores se tornan ácidos y los recuerdos táctiles comienzan a ser únicamente rugosos.
Ella está parada en una esquina con un ramito de madre selva recién cortada, sonríe, la gente pasa a su lado y ella permanece inmóvil, sonriente, con una sonrisa casi idiota, sus ojos están viendo más allá de lo que cualquiera pueda ver, nada la perturba, sigue sonriendo , sigue esperando, sigue mirando más allá, sigue estando loca y sonríe.
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